La vida y la muerte, una línea muy fina los separa
- marcamp5
- 17 sept 2024
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 24 sept 2024

Hace una mes llegamos a nuestro nuevo destino, Los países Bajos - Holanda. Nos recibieron con flores 3 vecinos y otros tantos se tomaron el tiempo de tocar a la puerta y darnos la bienvenido. En ninguno de los países en los que hemos vivido, nos había pasado esto antes. ¡Fue una muy linda sorpresa!, además, me encantan las flores! Sólo noté algo, la edad promedio de nuestros vecinos rondaba los 80 años. A nuestra derecha, Iris, de 71 años. A su lado, Rose, 91 años. Johny, en la casa de enfrente, 75 años. Caroline, 90 años. A nuestra izquierda, 87 años.
¡De repente me sentí muy joven, yo con 40 años (recién cumplidos)!
Pero también viniendo de una ciudad muy cosmopolitan como Madrid, empezó a invadirme un aire de insatisfacción. ¿¡Cómo era posible que acabara rodeada de gente tan mayor!?
Después de unos días, la convivencia empezó entre los vecinos, sonrisas por las mañanas, invitaciones a tomar el café (a las 14:00) - horario un poco raro para tomar el pastel y café viniendo de Madrid.
Y entonces, empezaba a escuchar entre las frases de nuestros vecinos "me siento muy agradecido/agradecida. Era una palabra muy recurrente en su vocabulario. Quizás, tenían algo de razón. Poder hacer la compra por sí mismos, poder seguir utilizando su bicicleta y caminar, todo era un motivo para estar agradecidos.
Y mi mente empezó a preguntarse si quizás la vida me había puesto ahí para valorar más mi vida. Para decidirme a hacer las cosas hoy antes de que sea demasiado tarde. Un día, nuestra vecina más sonriente de 91 años, tuvo una caída dentro de su casa y no pudo moverse más... llegaron ambulancias y doctores para poder abrir su casa. Nos dejó a toda la familia y vecinos reflexivos sobre la fragilidad de la vida.
Tristes y nostálgicos, mirando hacia la ventana de nuestra vecina Caroline, este evento nos recuerda la fina línea que separa la vida y la muerte. La fragilidad de la vida.
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